jueves, 15 de enero de 2015

El Evangelio de la Gracia de Dios - Parte 9


Sigamos viendo desde el verso 12: 

Romanos 8:12-17
12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;
13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !Abba, Padre!
16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

No leas solo una parte de este versículo.

Es cierto que Jesús padeció, llamamos a la Semana Santa, la Pasión de Cristo y vemos su sufrimiento. 

Y tenemos que caminar con Él, debemos participar y padecer con Él, porque conforme a lo que dice Romanos 6:3-4, hemos sido bautizados en Su muerte. Debes verte a ti mismo sufriendo con Él, aunque no puedes sufrir de la manera que Él sufrió.

Tratar de sufrir hoy día, de la manera que algunas personas lo hacen en las Filipinas y otras partes del mundo lo hacen durante Semana Santa, crucificándose, clavándose clavos y derramando su propia sangre, es un insulto a Dios. 

Qué manera de pensar, que ellos pueden ser colgados en una cruz, clavarse las manos y derramar su sangre, y que esto valga algo delante de Dios.

Es un insulto a la obra de Cristo Jesús.

Hay lugares que la gente está caminando de rodillas, sangrando, sufriendo, pensando que su sufrimiento vale algo, cuando en realidad es un insulto a la sangre derramada de Cristo, porque lo que ellos proclaman es que el sufrimiento de Cristo no fue suficiente. Ellos dicen: “Yo tengo que sufrir.”

Este versículo no está hablando de esto. Está hablando de verle sufrir en tu lugar.

Participando en Su padecimiento, pero no siendo tú él que padeces. Porque en el momento en que pienso que tengo que sufrir, en el sentido de hacerlo para participar de su padecimiento, es negar el sufrimiento que Él hizo, como si no hubiera sido suficiente, y que mi sufrimiento valga algo.

Hay gente que piensa: “Yo estoy sufriendo por la causa de Cristo. Dios me dio esta enfermedad para enseñarme algo.” 

Y entonces, ¿para qué nos dio Dios la Biblia? ¿Por qué envió el Espíritu Santo? 

Jesús mintió entonces cuando dijo: “Vendrá el consolador, el Espíritu de verdad, que los va ha guiar a toda la verdad.”

Entonces si es por sufrimiento, si es por enfermedad, no necesitamos al Espíritu Santo.

Pero no es así.

Nota lo que está diciendo: “Si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”

Cristo Jesús no solo sufrió sino también fue glorificado.

En el bautismo fuimos sepultados juntamente con Él; por eso en Efesios dice: “Él nos dio vida.”

Cuando Jesús fue resucitado nosotros también fuimos resucitados a vida nueva. El viejo hombre de pecado, Jim Andrews, fue crucificado juntamente con Cristo, fue sepultado con Él, pero gracias a Dios, cuando Él resucitó, un nuevo hombre salió de la tumba.

Por esta razón miramos atrás a la cruz del calvario y decimos como Pedro: “Por cuya herida fuimos sanados.”

Su sufrimiento fue suficiente. Su sangre derramada fue suficiente.

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